viernes, 20 de febrero de 2015

El Mendigo II

El vivir en la calle me ha convertido en un agudo observador, todo lo que sucede a mi alrededor lo voy guardando en mi memoria, casi todos los días me cruzo en mi camino con las mismas personas, desde el estudiante que sale muy temprano a clases, el trabajador que sale con el uniforme de su empresa, los que van a trabajar a las oficinas y al final salen las amas de casa y los jubilados. 
Yo tengo marcadas unas pautas y trato de seguir unos horarios todo el día, en el fondo lo que deseo es tener una rutina de vida que no me lleve a la marginalidad, en la calle hay que sobrevivir y tratar de salir adelante y este tipo de pautas ayudan a conservar la estabilidad emocional.
Durante la tarde me ubico cerca a una parada de autobuses, lo que le viene bien a mi “trabajo” de declamar poesía, escogí esa esquina por el paso de gente y porque el sol suele calentar a esas horas de la tarde a los que nos paramos en ese lugar y eso se agradece con este frió invierno de Madrid.
Hoy sucedió algo que me hizo volver a creer en la bondad del ser humano, durante la mañana cuando pase por este lugar, me percate que había tomado posesión del sitio un punky acompañado de un hermoso y bien aseado perro pastor alemán, me llamo la atención porque se notaba que el precioso perro estaba muy bien cuidado, algo que no suele ser habitual viviendo en la calle, estaba echado al lado de su dueño encima de una manta doblada para protegerlo del frió cemento de la acera.
Me acerque y el perro me lanzo un ladrido, quizás había invadido su espacio, me miro por un momento y luego volvió a recostar su cabeza en la manta.
- Se llama Skoria, así como suena sin E y con K, me acompaña desde hace dos años, es un fiel compañero.- Me dijo el punky.
- Yo soy Francisco, la gente me conoce como Paco el poeta del bombin.
- Yo soy Luciano, siéntate si quieres acompañarme- y me señalo un sitio a su costado.
Me senté a su lado en la acera, acaricio la cabeza del animal, se notaba que quería a su perro. El vestía unos ajustados pantalones muy ceñidos de color indefinido entre rojo y verde con agujeros en las rodillas, llevaba unos botines negros y sucios, adornados con hebillas plateadas, una camiseta tan gastada que no sabría definir el color y sobre ella una chaqueta de piel muy usada adornada con cadenas que le bajaban de los hombros. Su voz nasal de buena dicción era pausada, grave, pero con carácter, su rostro curtido por el sol con barba desaliñada de varios días, nariz perfilada y recta, sus ojos azulados de mirada despierta y expresiva, un enorme aro de plata colgaba de su oreja izquierda.
Su peinado era muy curioso, tenia los laterales de la cabeza rasurados al cero y con el cabello de la parte central una cresta pintada de rojo, que según me contó después se sostenía por arte del jabón que el mezclaba con su pelo todos los días.
Entablamos conversación y me comento que le gustaba la vida que llevaba, vivía de okupa con otros colegas en una casa abandonada , que no deseaba pertenecer a este sistema capitalista y corrupto , había participado activamente en el 15 M. y se había ido de su casa porque quería ver y recorrer el mundo, esperaba viajar fuera a otros países el hablaba algo de ingles y que eso le ayudaría.
Mientras hablaba conmigo de rato en rato, cuando veía que se acrecentaba el paso de gente, intentaba sacar alguna melodía de una flauta de madera que hacia aparecer en sus manos como por arte de magia, digo que intentaba por que tocar alguna melodía, no tocaba, simplemente sacaba de la flauta tres o cuatro sonidos discordantes y seguidamente sonreía a la gente indicándoles con la mano la pequeña caja que se encontraba en el suelo, algunas personas le tiraban una o dos monedas de pequeña denominación, otros ni siquiera se percataban de el, la calderilla que tenia en su caja era muy escasa.
Hacia ya un buen rato se había parado un hombre de unos 25 años delante nuestro y nos estaba observando, nos miraba con mucho detenimiento, vestía de sport elegante, pantalón azul oscuro de corte moderno, camisa azul y cazadora de paño, bien rasurado, cabello cuidado de color castaño y limpio que le llegaba a los hombros, su rostro mostraba serenidad, frente amplia, ojos pardos de mirada inteligente y afable, de nariz pequeña y recta, sus manos de dedos largos y finos, calzaba zapatos negros de corte moderno.
De pronto mi nuevo amigo el punky le espeto a boca jarro mirándolo con mala leche.
-¿Qué sucede que me estas mirando hace rato? ¿te gusta mi peinado? ¿quieres que te regale una foto miá?, El hombre que nos miraba se sorprendió por la agresividad verbal del punky, se acerco con determinación a nosotros y con voz suave pero firme le hablo a mi reciente amigo Luciano y le dijo;
-Hola, me llamo Fernando y soy músico de profesión, te observaba hace rato porque veo que quieres tocar la flauta, pero no sabes hacerlo, deja que te enseñe unas cuantas notas para que puedas tocar alguna melodía, es muy fácil, si me dejas te enseño.
-Discúlpame- dijo Luciano- en la calle tienes que estar a la defensiva, si claro que me gustaría aprender a tocar la flauta, siéntate lo invito- y diciendo esto le señalo un sitio a su lado, el músico cogió la flauta extrajo un blanco pañuelo del bolsillo trasero de su pantalón y limpio la flauta meticulosamente
– es una flauta muy bonita y peculiar- comento Fernando el músico.
--Si, esta flauta es de madera tallada y perteneció a mi abuelo al cual quise mucho, cuando me fui de casa solo me lleve a mi perro Skoria y la flauta de mi abuelo -- dijo el punky.
Fernando se llevo la flauta a los labios y de manera lenta y suave toco el Himno a la Alegría de Beethoven. La gente se paraba a ver tan extraño cuarteto, al músico Fernando muy bien vestido y limpio, mi reciente amigo el Punky Luciano a Skoria su perro y yo con mi bombin en la cabeza, seguro que los cuatro ya por el solo hecho de estar juntos sentados en el suelo llamábamos la atención, pero es que añadido a todo esto, nuestro reciente amigo tocaba la flauta con singular maestría dado que era músico, cuando termino su Himno a la alegría, la gente reunida alrededor aplaudía y le echaban monedas a la caja que tenia Luciano a sus pies.
A continuación Fernando toco en la flauta la melodía de la película Titanic, y luego toco un par de melodías mas para deleite del publico,Toco según nos dijo luego, algo de Vivaldi lo que hizo que la gente se detuviera a escucharlo, Luciano al ver como su caja se llenaba de monedas sonreía,feliz, alegre, nunca había conseguido reunir tanto publico ni tanto dinero, estaba exultante de felicidad.
--Gracias Fernando, y discúlpame por la manera tan grosera que te hable, pero en la calle eres martillo o eres yunque, y yo soy martillo, no quiero que nadie abuse de mi, ahora te pido por favor que me enseñes a tocar la flauta correctamente. Fernando pacientemente le enseño de manera practica y sencilla como tocar el Himno a la Alegría, dicen que la necesidad aguza el ingenio, y es cierto en menos de media hora Luciano ya sacaba la melodía del Himno a la alegria, charlamos un rato mas con Fernando y le comente que yo declamaba poesía en esas esquinas de Madrid, me dijo que el solía pasar con frecuencia por estos lugares y que ya me había escuchado, que le había gustado la manera como interpretaba a Cesar Vallejo y otros poetas como a Neruda o Benedetti.
Luego Fernando se puso de pie y nos dijo:
--Bueno amigos ha sido un placer compartir este tiempo, prometo que volveré a conversar con ustedes y tomarnos un café, y tu Luciano practica la flauta, que la practica hace al maestro--
--Quédate Fernando, yo comparto a medias contigo lo que recolectemos- dijo Luciano en un arranque de entusiasmo, Fernando sonreía complacido –No amigo muchas gracias, todo lo recolectado es tuyo, vivir en la calle debe de ser muy duro, si en algo te ayuda lo que te enseñe, me alegra, Hoy dormiré tranquilo y mas feliz que otros días, porque no todos los días se presenta la ocasión de ayudar a alguien.
Eso si te prometo volver otro día a enseñarte otras melodías y a escuchar a tu amigo Paco, el poeta del bombin.
Lo vimos alejarse calle abajo silbando una melodía, estoy seguro que nuestras vidas volverán a cruzarse.
Mientras se alejaba yo pensaba en el hermoso poema de Mario Benedetti,
La gente que me gusta.
Me gusta la gente que vibra
que no hay que empujarla
que no hay que decirle que haga las cosas
sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace.
La gente que cultiva sus sueños hasta que
esos sueños se apoderan de su propia realidad.
Me gusta la gente con capacidad para
asumir las consecuencias de sus acciones.
Me gusta la gente que es capaz de criticarme
constructivamente y de frente
pero sin lastimarme ni herirme.
Cosas como esta de la fui testigo y participe como observador, hacen que vuelva a creer en la bondad del ser humano, que Fernando el músico dedique parte de su tiempo a enseñarle a tocar la flauta a alguien en la calle, dando muestras de una enorme calidad humana. Hacen que hoy a pesar del frió y nuboso día de este invierno Madrileño, sienta calor en el alma, me siento reconfortado por que alguien dedicara un tiempo a conversar conmigo y a hacerme sentir parte de la humanidad.

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